El 24 de marzo conmemoramos el golpe de estado más sangriento y doloroso de nuestra patria. Un momento imperdonable de nuestra historia que dejó como saldo más de 30.000 víctimas y un dolor que no debemos olvidar.
La dictadura, que Emilio Massera, Jorge Rafael Videla y Orlando Agosti se empeñaron en llamar “Proceso de reorganización nacional”, se llevó a cabo entre 1976 y 1983. Los golpistas tomaron el poder en un contexto de violencia creciente, caracterizado por acciones de terrorismo de Estado llevadas adelante por las Fuerzas Armadas y el grupo parapolicial Triple A.
Durante estos años secuestraron, torturaron y mataron a miles de personas inocentes, algunas ligadas a actividades guerrilleras pero en la mayoría de los casos eran totalmente ajenas al asunto. No importó como se llamaban o de dónde venían, simplemente fueron “desaparecidos”. Más de 500 bebes fueron apropiados por la impunidad militar pero al 2011, casi 100 ya recobraron la identidad gracias a la incansable labor de Las abuelas de Plaza de Mayo.
En 1982 estalló otro episodio inentendible: la guerra de Malvinas. Otra generación perdió la vida en una batalla injustificada que estaba perdida de antemano, porque no había oportunidad alguna de vencer al Reino Unido. Lo único rescatable de toda esa farsa es que la derrota provocó la caída de la junta militar y unos meses más tarde, el pueblo recuperó la libertad para elegir un gobierno democrático. Raúl Alfonsín fue el presidente electo para este proceso de recuperación. Lo demás es historia…
Que este no sea solo un feriado más, sino una nueva oportunidad para reflexionar sobre nuestra identidad, sobre nuestro ser argentino. ¿Por qué conmemorar un día tan negro para nuestra patria? Porque olvidar es el peor crimen y porque es imprescindible vivir con este recuerdo para tener conciencia del pozo donde estuvimos y supimos levantarnos y porque en definitiva es necesario volver sobre los pasos que dimos para saber adonde nos tenemos que dirigir.
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